Zao Jun, el Rey de la cocina

Los chinos más tradicionalistas suelen colocar en sus cocinas una figura de papel, foto o dibujo, con la imagen de Zao Jun, el Rey de la cocina.

Esta imagen debe permanecer allí durante todo el año y el 24 de diciembre se quema en la hornalla junto a algunos billetes falsos. La creencia es que  de esta manera partirá al cielo y llevará un mensaje sobre esa familia, algo así como un certificado de buena conducta. También suelen dejar junto a la hornalla algunos pasteles o galletitas de miel, para que antes de partir su boca se endulce y sus palabras sean buenas.

El día 4 de enero se lo vuelve a invitar a la casa, colocando una nueva figura, de esta manera se asegurará un año próspero.

Esta creencia popular tiene sus orígenes en la figura de Zao Jun, un hombre muy egoísta que sólo pensaba en su bienestar y en apostar su dinero en el juego. Tan desordenada era su vida que terminó perdiendo todos sus bienes, incluso a su esposa y se convirtió en mendigo, no tenía casa ni alimentos.

Un día, agobiado por la miseria, visitó a su ex mujer y le imploró su ayuda; ella sintió lástima y, a escondidas de su nuevo marido, comenzó a proveerle comida y algo de dinero. En una de esas ocasiones, mientras ambos se encontraban en la cocina,  el esposo retornó al hogar inesperadamente. La mujer entró en pánico y le pidió a Zao Jun que se escondiera dentro del horno. Este cumplió con la orden, pero la tragedia se hizo presente cuando el dueño de casa decidió calentar agua para bañarse, obviamente el intruso murió carbonizado.

La mujer, muy apenada por lo ocurrido, y para que su alma descanse en paz, creó una suerte de altar al lado de la cocina.  Diariamente encendía inciensos y elevaba plegarias. Su marido no comprendía dicho comportamiento, por lo cual la interrogó al respecto. Ella, de manera muy calmada, le explicó que le rendía culto a ese artefacto que los proveía del fuego, les daba calor y le permitía cocinar sus alimentos. El hombre no sólo lo creyó sino que le pareció una idea fantástica y  comenzó a difundirla; rápidamente mucha gente siguió el ritual.

Según cuenta la leyenda, un día esta historia llegó a oídos del Emperador del Cielo, quien consideró que Zao había hecho lo correcto y decidió premiarlo nombrándolo el Rey de la Cocina. Su labor sería  vivir durante todo el año en la tierra, en las distintas casas y el 24 de diciembre volver al cielo e informarle cómo se comportaron los miembros de cada familia.

Aquellos que fueran buenas personas recibirían la buena fortuna por un año, de lo contrario deberían padecer desgracias. Esta evaluación se repetiría cada año mientras permanezcan con vida.

 

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